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sábado, 1 de mayo de 2010

Fernando Carrasco, la rocola y el cuento


Quienes conocemos de cerca a Fernando Carrasco sabemos de su amorío con la rocola, los discos de vinilo y la música antigua: los tangos, los boleros y los valses. Amorío por lo que ha sido amenazado, se cuenta, con “te voy a comprar una rocola en casa pa que no te vayas a Quilca”. A lo que seguramente él, festivo, habrá contestado con un “pero que en la sala haya mesas y sillas pa las visitas y la refri esté llena de cristales”. Este amorío, se puede apreciar en la foto de la solapa de su libro de cuentos La muerte y otras traiciones[i]. Se le ve cual hombre enamorado de una hermosa muchacha, al lado de una vieja rocola, pero que aún canta todos las noches en el bar Don Lucho (no sé si ese es su nombre real, pero con ese nombre se le conoce) del jirón Quilca en el centro de Lima. “Vemos a un escritor que se ha asentado en una rockcola cual si fuera su escritorio, en un gabinete que reconocemos tan cercano y transitable como una calle de Lima”, escribe Miguel Ildefonso en la contrasolapa aludiendo tal foto. Sin embargo, no solo se puede observar ese detalle ahí. También encontramos en los cuentos el fondo musical como parte de las historias contadas o como parte de los quehaceres de los personajes que al fin al cabo son recreaciones de los seres humanos de carne y hueso. Hombres y mujeres en la calle, en el bar, en el hogar que pasan el trago amargo de la vida con música para hacerla digerible. Hombres y mujeres que viven en la incertidumbre de no saber que se está vivo o que la vida pende de un hilo, donde incluso la muerte puede convertirse en liberación o un viaje a un lugar hermoso. Así una “retrasada” (59) decide irse con las mariposas porque “las únicas que juegan y conversan conmigo son las lindas mariposas” (57) y porque además “la tía Rosa nunca quiere escucharme y… se le ha dado por encerrarme a la primera travesura” (58). Decide liberarse de tal situación lanzándose de la azotea.

“Los boleritos rockoleros” (22) se convierten en el fondo musical por la cercanía de la muerte de hombres sin escrúpulos que han visto en la niña una “pequeña mina de oro” (23), por lo que está a punto de ser vendida sexualmente; pero, como un último esfuerzo de su moribunda madre, quien planifica todo, la niña les sirve la cena envenenada a esos hombres malvados para escapar de esas garras. Aquí la muerte también representa la libertad y destruye a los malos. Es como un arma que sirve para limpiar la sociedad de seres nocivos, de seres peligrosos. Esta vez, el bien triunfa sobre el mal sin afectar a los buenos ya que Carrasco abre la puerta de ese tenebroso lugar para que la niña se vaya con una “ligerísima sonrisa” (25) en busca de una mejor vida.

“Tres bolerachos de la Matancera en la rockola” (38) también pueden ser el fondo musical para contar historias de personajes como el Jesucristo quien de “campana (se convierte en) choro avezado” (37), para luego pasar algunos años en la cárcel y una vez fuera “se le veía con su Biblia… para armarse un pitillo de marihuana” (39). Sin embargo, este personaje cambia su forma de vida al enamorarse de “la gila más hermosa del callejón” (40), aunque años después lo asesinan a puñaladas. Esta historia se la cuentan en un bar a Cristano que cree que su padre es un policía, pero que de manera abrupta, en ese momento, se entera que su padre en verdad era el personaje Jesucristo. Esta vez los boleros y la rocola le han servido a Carraso para ubicar en un bar a un personaje alegre que cuenta historias y a otro que de oyente se convierte en el personaje de la historia narrada porque su biografía será reescrita a partir de ese momento.

En el cuento Visitaciones, “un vals muy antiguo” (86) sirve para agobiar más los recuerdos de un hombre perturbado que se encuentra internado en un nosocomio. Mario ha quedado traumado desde que sus padres y su hermana perecieron en un accidente automovilístico de lo que se siente culpable. Posteriormente asesina a su novia y a su propia abuela. Pero su mente enferma sigue viendo a esos personajes ya muertos y es a su padre a quien le gustaba esos valses viejos. Mario mantiene vivo ese recuerdo. Su padre “todos los días, a esta misma hora, pone ese disco a todo volumen” (86) solo para fastidiarlo y recordarle su culpabilidad.

De esta forma, Carrasco incluye sus gustos rocoleros en los cuentos de La muerte y otras traiciones.

NVP


[i] Carrasco Nuñez, fernando. La muerte y otras traiciones. Hipocampo Editores. Lima. 2009.

4 comentarios:

  1. Interesante crónica que invita a leer la obra completa; Despuès de 12 años me entero,a través de este medio, de la fructifera creación de un entrañable compañero de aula y de otras correrías ,el gran "chato carrasco" y su quimera literaria que ahora vislumbro procasmente afinado. Seguiré atenta su evolución. NERIA HIDALGO M.

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  2. He le{ido el libro de Carrasco, como muchos seguramente, y me ha gustado bastante como sucedi{o con la lectura de su primer libro Cantar de Helena. Bien por él y por la cantuta.
    cantuteño

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  3. Felicitaciones, Fernando. Espero que publiques pronto la novela prometida.
    giovanna

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  4. Habrá que leer ese libro, cómo puedo contactarme con el autor del libro.
    "Fénix"

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